martes, 14 de junio de 2011

Diplomado en Odontología Legal y Forense





El diplomado está programado para comenzar en la 3era semana de agosto – se imparte en el campus sur de la Universidad Intercontinental los días viernes de 3pm a 7pm.


Consta de una inscripción de $3, 800 y 4 pagos mensuales de $2, 600. El pago de inscripción deberá ser realizado máximo el 15 de junio.




OBJETIVO:
Los dientes por lo general siguen constituyendo un problema para los forenses, aun cuando una mandíbula y/o maxilar represente una materia de investigación no menos fructífera que la sangre. Los dientes pueden proporcionar abundante información acerca de las sociedades humanas del pasado, determinación de edad, sexo, nivel socioeconómico. El material dental puede asimismo proporcionar información interesante de índole mas especializada, tal como la dieta, prácticas culturales, desarrollo médico-científico, evolución de las enfermedades y datos sobre la endogamia y/o la exogamia de una población.
Como fuente de información los dientes nos pueden proporcionar datos relevantes, ya que la mayor parte de los nutrientes pasan por la boca y mucho antes de la invención de cubiertos y del molino, la trituración de los alimentos tuvieron un papel preponderante para la sobrevivencia humana.

Por lo anterior, los conocimientos básicos sobre los dientes son de una gran importancia para el antropólogo y el profesional de procuración de justicia, al considerar su alta resistencia frente al deterioro causado por el medio ambiente. Además nos proporcionan datos relevantes sobre la dieta y la calidad de vida de una comunidad.
El objetivo del curso es capacitar a los profesionales interesados en materia de justicia.
Fomentar la importancia del papel de las ciencias forenses y de la odontología forense en la procuración de justicia.
Facilitar el estudio de la morfología e histología de los órganos dentales del hombre y de otras especies.
Familiarizar a los directores de Centros de salud y a  los profesionales de la salud con las disposiciones legales existentes en la materia.

DISEÑADO PARA:
Cirujanos Dentistas, Médicos Especialistas interesados en las ciencias forenses. Directores de Centros de salud, Abogados Penalistas y Antropólogos Físicos interesados en el campo de la antropología dental.

ESTRUCTURA:
Odontología Forense
Historia de la Odontología forense
Las ramas de la Odontología forense
Campo de acción de la Odontología forense
El idento-odontograma
Determinación de edad y sexo y el proceso de crecimiento de los órganos dentales
Queiloscopia y Rugoscopia
Dactiloscopia
Pabellón auricular
Análisis de Down y Jorobak
Mordeduras
Métodos de identificación en catástrofes masivas
Métodos de identificación biológicos y no biológicos
Odontología Legal
Introducción al Derecho
Disposiciones jurídicas en materia de profesión
Obligaciones y contratos
La responsabilidad profesional
Los Documentos Odontológicos
Delitos
La Ley General de Salud
Las Normas Oficiales Mexicanas en materia de salud
La Comisión Nacional de Arbitraje Médico ( CONAMED )
El peritaje y el testimonio odontolegal
Antropología dental
Introducción a la Antropología
Antropología física
Anatomía dental
Anatomía comparada
Instrumentos de medición en Antropología dental
Dentrometria
Cefalometria
Mutilación dental
Reconstrucción facial
Prácticas e investigación
Visita al Servicio Médico Forense I  (Idento-odontograma )
Visita al Servicio Médico Forense II  (Autopsia Oral )
Fotografía forense e imagenología
Informática forense
Análisis y presentación de casos
Máscara mortuoria
Reconstrucción facial
Informes forenses

PERFIL DE EGRESO:
Al finalizar el diplomado el alumno debe ser capaz de:
Reconocer e Identificar los órganos dentales del hombre y otras especies
Hacer un idento-odontograma
Ayudar en la identificación de cadáveres en catástrofes masivos
Hacer una máscara mortuoria en yeso
Tomar huellas dentales en víctimas
Asesorar a las procuradurías de justicia en peritajes odontológico-forenses
Investigar sobre los dientes en general
Conocer las disposiciones legales en materia de salud

COORDINADOR:
Dr. Roberto Muñiz Garibay
Cirujano Dentista, fundador el departamento de odontología forense del SEMEFO-DF, profesor de odontología forense y legal de la Universidad Intercontinental, conferencista internacional.

PROFESORES:
Dr. Willer Occean
Abogado, Cirujano Dentista, Antropólogo Físico, profesor de odontología forense y legal de la Universidad Intercontinental, miembro la American Academy of Forensic Sciencies, conferencista internacional.

Dr. Rodolfo Rojo Urquieta
Médico egresado de la Escuela Militar, Médico Forense adscrito al SEMEFO-DF, profesor de medicina forense en la Universidad La Salle, autor de varios libros sobre el tema.

DE LECTURA OBLIGATORIA



Neguijón.

(Quizá de *nigellio, -ōnisder. de nigellusdim. de niger, negro).

1. m. Enfermedad de los dientes, que los carcome y pone negros.

Real Academia Española 







Tal como los alquimistas medievales se obsesionaron con la piedra filosofal, un sacamuelas sevillano, que llega hasta el virreinato peruano huyendo de la Inquisición, se afana en la búsqueda del gusano de los dientes que taladra las muelas y anida en las encías, precipitando la corrupción del cuerpo y flagelando a los cristianos con una espina del dolor de la Pasión, porque el imperio español de los siglos XVI y XVII era también el imperio del dolor. El imperio del neguijón.




FRAGMENTO

1.
Cuando el sollozo de la campana rasgó el silencio supurante de la ciudad, los poblado- res de Lima advirtieron sobrecogidos que aquél no era el tañido de la peste, ni el repique del fue- go, ni el doblar de los duelos, ni el rebato con- tra las ratas, sino algo infinitamente peor y más doloroso. En realidad, a todos les dolía algo aquella mañana: uñeros, lobanillos, sietecueros, hernias, migrañas, cólicos, panadizos, tumores, ciáticas y almorranas; pero cuando el estrépito de cencerros reverberó helado en sus muelas, to- dos sintieron la misma punzada inefable y pro- funda. El mismo fragor de gusanos en las encías.
En su puesto de la Plaza Mayor, el libre- ro Linares luchaba en vano contra las moscas que se posaban sobre su ojo ulcerado, anegán- dolo de humores, lombrices y boñigas que lue- go tendría que limpiar con emplastos laceran- tes de vinagre y aceite rosado. En la collación de San Agustín, el inquisidor Tortajada se apli- caba una friega de zumo de beleño en la herida tumefacta de su pierna izquierda, una pierna fantasma que le dolía todavía más que el mu- ñón chamuscado que todos los meses le caute- rizaban con ascuas para impedir el avance de la16
gangrena. Bajo los soportales de la calle de los Bo- toneros, el caballero Valenzuela —gentilhombre de Jaén— sobrellevaba con hidalguía los acha- ques del mal de piedra, aunque blasfemando siempre en voz baja para que la canalla creyera que sólo pedía perdón por sus pecados.
Gregorio de Utrilla dejó de sacudir la pe- sada campana, pues para arrancar muelas era preciso tener pulso firme y no quería fatigar de- masiado su brazo. Hacía una semana le había temblado la mano en las minas de Huancaveli- ca y destrozó la muela del corregidor antes de sacarla de la mandíbula. Si aquel hombre no se hubiera desmayado, jamás habría soportado la dolorosa búsqueda de los raigones y las raíces con el descarnador. Utrilla repasó de reojo la expresión demudada de los rostros que comen- zaron a rodearle y adivinó quiénes criaban fle- mones, apostemas y neguijones. «Mi reino por un gusano», pensó, y arreó la campana poseído de mística furia.
El caballero Valenzuela se pasó la lengua sobre las muelas y hurgó sobrecogido entre sus flemones y agujeros. Odiaba a los barberos des- de que le limaron los dientes cuando era apenas un niño —allá en la villa de Lopera— llagándo- le las encías y condenándole a padecer una den- tadura quebradiza y desbaratada. El caballero Valenzuela había luchado contra indios salvajes, crueles piratas y galeotes condenados a muerte, pero sólo le arrasaba el pánico cuando un saca-
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muelas le embocaba el gatillo por el gaznate. Tantos dientes le dolían que el dolor de piedra quedó suspenso.
Antes de salir del convento por la calle de los Espaderos, el inquisidor Tortajada se escar- bó la dentadura con el mondadientes de plata que siempre escondía bajo el candil, donde lo conservaba caliente y nadie podía encontrarlo para embolsárselo. Las muelas eran enemigas del frío y por eso se limpiaba las caries con agu- jas tibias y clavos que calentaba con velas en ve- rano y braseros en invierno. A veces el dolor le traspasaba como el rayo, pero de sólo pensar que podía empalar al neguijón que le perforaba los dientes, el inquisidor Tortajada se ensañaba con las caries, picoteando feroz hasta caer desfalle- cido. Sin embargo, aquella mañana se limitó a remover el sarro pegostreado y a enjuagarse la boca con un cuartillo de vino mezclado con pé- talos de rosa y sándalos cetrinos.
Lector de su padrino Huarte de San Juan, el librero Linares evitaba el tocino, la cecina, las cuajadas, los requesones, las cebollas, los pesca- dos y todos los alimentos flemosos que engen- dran vapores, porque el fuego del hígado hervía la humedad del estómago destemplando la den- tadura, ennegreciendo los dientes y mollando las muelas. El librero Linares sabía que los gu- sanos nacían de la humedad y de la corrupción, pero a pesar de su enjuta humanidad el agua fres- ca del botijo lo estremecía de dolor cuando su
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helada corriente inundaba la madriguera del ne- guijón.
Gregorio de Utrilla montó su tenderete con deliberada parsimonia, junto a un paredón encalado en la esquina de Mantas con Plume- reros que le recordó al quemadero del prado de San Sebastián. Mientras su asno bebía en una acequia de aguas hediondas, vació los arcones para usarlos como poyetes de un tablero que hacía las veces de mesa. Algunos cirujanos co- mo Daza Chacón o Juan Fragoso aconsejaban ocultar los instrumentos para no ahuyentar a los transeúntes, pero Gregorio de Utrilla no com- partía esas sutilezas y así, para espanto de to- dos, fue colocando uno a uno los avíos del ho- rror.
Para sajar encías, abrir flemones y reven- tar fístulas, Utrilla tenía toda clase de lancetas, agujas y palillos afilados, puntiagudos y aserra- dos. Cuando las muelas eran muy traseras, como las cordales, los barberos aflojaban las piezas con el botador, una suerte de escoplillo rematado en dos puntas que descuajaba las muelas como si fueran corchos. No obstante, con la finalidad de impedir que la fuerza del tirón desgarrara la boca del paciente, Utrilla empleaba también otro botador con forma de garfio que se engan- chaba en la muela vecina, aunque semejante operación se cobrara siempre dos piezas en lu- gar de una sola. Para limpiar la toba o cieno de los dientes, desplegó cincelillos, escoplos, espá-
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tulas y garabatillos con los que barrenaba el sa- rro aglomerado durante años.
De pronto dejó caer con estrépito su pe- licán, una herramienta de origen francés que a través de un torno central abría las mandíbu- las mientras un cordel enroscado arrancaba la muela de raíz. La técnica del pelicán era la más lenta y dolorosa, pero cuando el enfermo era corpulento y capaz de vender muy cara su den- tadura, tres vueltas de pelicán lo dejaban sin sentido. Sin embargo, Utrilla solamente confia- ba en su viejo gatillo castellano, una tenaza recia y precisa cuya eficacia dependía de la devota re- signación del doliente. Una vez que encajaba la muela con primorosa suavidad entre los picos, Utrilla miraba a los ojos suplicantes del enfer- mo y le susurraba —como si fuera la absolución o una confidencia— que Nuestro Señor Jesu- cristo había padecido mucho más en la cruz. Y entonces pegaba un violento latigazo, rogan- do por que los gusanos no hubieran podido es- capar a través de las encías.
Utrilla depositó sobre el tablón las limas que usaba para retocar los dientes rotos, el des- carnador que servía para desenterrar raíces y las tenazas con que arrancaba los raigones más pro- fundos. Junto a ellos dispuso una serie de es- cudillas y un frasco veneciano donde flotaban docenas de gusanos en salmuera. Y después de sacar un rosario de muelas engarzadas, una asti- lla de la cruz del Buen Ladrón y la pierna inco-
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rrupta de San Anastasio mártir, Gregorio de Utri- lla hizo la señal de la cruz y dio gracias a Dios por consentir que algunos pecadores fueran ben- decidos con una parte pequeñísima del dolor de la Pasión.
Detrás de los visillos de su ventana, Lui- sa Melgarejo también se persignó.
Botadores, martillico y cincel para aflojar y desaforar las muelas. Coloquio breve y compendioso sobre la materia de la dentadura (1557).

lunes, 6 de junio de 2011

DALÍ O LAS EXCENTRICIDADES DE UN GENIO.

EUGENIO SALVADOR DALÍ


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La curiosa relación con el padre. Entre la ternura y los gritos. El nombre del hermano muerto. Las excentricidades para afirmar la personalidad. Salvando la pintura moderna de la confusión y el caos. El renacimiento catalán. La metafísica. Los recuerdos prenatales y los huevos fritos. La idea de la muerte. La inmortalidad del alma. Autorretrato de un niño enfermo.


domingo, 5 de junio de 2011

HIGIENE EN LA EDAD MEDIA



Al visitar el Palacio de Versalles, en Paris, observamos que el suntuoso palacio, no tiene baños. En la Edad Media, no existían, cepillos de dientes, perfumes, desodorantes, y mucho menos papel higiénico. Las heces y orinas humanas eran tiradas por la ventana del palacio.
En un día de fiesta, la cocina del palacio era capaz de preparar un banquete para 1500 personas sin la más mínima higiene.